lunes, 10 de noviembre de 2014

Mi vuelta a los Orígenes - Minimalismo - Descalcismo


Mi vuelta a los orígenes




         Un domingo cualquiera, un suplemento dominical cualquiera, ultima pagina, entrevista casual a una chica normal donde menciona que le gustó un libro (“Nacidos para correr”) y que le ayudó a cambiar su técnica y a correr mejor o más a gusto, ya no me acuerdo. Un impulso irracional me lleva a buscar ese libro en internet,  descargar el ebook y devorarlo. No puedo recordar en qué fragmentos, pero lloré varias veces, me llegó.

         No soy una gran corredora, soy del montón para abajo,… en marcas, y últimamente en kms. también,… no se cuantos años llevaré corriendo con regularidad, tampoco recuerdo cuando exactamente empecé a correr, en la Universidad creo que andaba en bici más que corría, aunque también recuerdo que de pequeña corrí algún cross,… Lo que si tengo claro es que corría porque sí, no como medio para un fin, como mantener la salud o perder peso, o incluso para batir marcas o contrincantes… No, corría porque me gustaba y estoy convencida que ha sido gracias a correr que no me volví loca durante los primeros años de mis gemelas en los cuales lo de dormir era un sueño. Que me gustará no quiere decir que fuera buena. Aún sin grandes ambiciones, correr ha continuado siendo parte de mi vida. Y después de leer “Nacidos para correr”,… hasta me han entrado ganas de correr una ultramaratón,… 

         Y así, con ese revelador libro, comenzó mi búsqueda, primero por internet, información sobre algo que se llamaba zapatillas minimalistas, pero pedazo precios que tenían, y los fivefingers, muy monos y muy caros también.  No quería invertir semejante cantidad de dinero de partida, asi que me compre unos escarpines de 10 euros y sin tiempo para mirar mucho más, ese fin de semana que nos íbamos a Huesca con unos amigos, en el prado exterior a la casa rural en la que nos alojábamos me puse mis escarpines y a correr de un lado para otro, y guaaau, que sensación, que gozada, así sábado y domingo, durante mi buena media hora,… 

         Esto era a finales de marzo, unos días antes de mi 40 cumpleaños. Los días posteriores tuve un poco  cargados los gemelos, pero bueno, nada grave  dado todo lo que leí después sobre las precauciones con las que hay que empezar y el síndrome DRDT (demasiado rápido y demasiado tiempo), y las lesiones con las que nos podíamos tropezar. Por lo visto, demasiado rápido no fui, pero sí que me pasé “un poco” del tiempo recomendado para los principiantes. Mi comienzo con escarpines fue un poco precipitado y sin mucha reflexión, pero me motivó a buscar más y más información, Me leí y releí la Guía para la Transición al Correr Minimalista una y otra vez. En esta guía recomendaban correr descalzo como el mejor método para aprender la técnica y reconectar con todo el olvidado sistema de propiocepción de nuestros pies. Así que venciendo mis vergüenzas, trayectos que debía hacer andando por la ciudad comencé a hacerlos descalza para curtir un poco las plantas de mis pies, ya que si para aprender la técnica había que correr descalza primero sería bueno preparar un poco mis delicados piececitos. He de confesar que no soy muy dada a zapatos, que hace tiempo que desterré los tacones de mi fondo de armario (sí, soy pequeñita y sí, mis piernas nos quedan tan estilizadas con zapato plano y mi culito no sale tan respingón, pero a cambio tengo unos pies libres de callos y juanetes y una zona lumbar que no ha sufrido los malos tratos de una hiperlordosis forzada a la que te lleva el uso de los tacones), y que unas Salomon trail me acompañan desde hace años prácticamente cada día excepto en esos en los que me pongo un poco más mona, que tampoco son demasiados.

         Metí en una caja las zapatillas de amortiguación que me habían regalado en mi 40 cumpleaños. Iban a ser las zapatillas con las que correr mi 4ª Behobia San Sebastian: este era un año especial, en el cual el numero 4 se repetía una y otra vez, era el año 2014, mi 4º Behobia, mi 40 cumpleaños coincidiendo con el 50º aniversario de la Behobia, la inscripción constaba 40 euros,  y por primera vez me ponía un objetivo un poco ambicioso, a juego con el 4, terminar la Behobia en 1hora 40 (o menos, je,je, je), siendo mi mejor tiempo 1:53:29 y mi peor dos horas. Si bien es cierto que la primera vez que la corrí fue después de nacer mis gemelas, y lo única que quería demostrarme era que podía correr una carrera de 20 kms aún siendo madre por primera vez, y seis años después volver a demostrarme que podía seguir corriendo aun siendo madre ahora de familia numerosa, que aún teniendo familia podía encontrar el tiempo y la motivación para salir a correr.  Y la tercera vez fue porque me había entrado la pereza del sedentarismo, cada vez me costaba más ir a correr sola, salía a correr una vez a la semana con mi amiga del alma, más que por correr por hacernos terapia mutuamente mientras charlábamos al ritmo abuelilla que íbamos, y veía que,  o me ponía una meta como correr mi querida Behobia o había muchos boletos de que abandonara esa buena costumbre mía que tanto bien me había hecho durante gran parte de mi vida. Todo esto para explicar porque me habían regalado unas zapatillas, que, ahora, con lo que sabía ahora, no podía utilizar (una afortunada las consiguió a buen precio en ebay).

         Compré en Decatlhon por diez euros, dos pares de Manys, zapatillas totalmente planas, ligeras y que sin plantillas permiten un buen sentir el suelo. Luego, me hice con unas preciosas Merrel Glove. Muy muy ligeras,…

         Como regalazo de mi 40 cumpleaños,  viaje relámpago a  París, el cual recorrimos corriendo aún con mis antiguas zapatillas el primer día,  y como allí no me conocía nadie me pase el siguiente  día con escarpines, acostumbrando a mis gemelos y soleo a que se estiraran.

         A la vuelta, continue haciendo trayectos a pie por la ciudad descalza. Mi hija estaba muy apurada: Ama, ¡que se van a pensar que eres pobre! Luego también comencé a correr por la hierba del parque de Miramar, y por ultimo comencé a correr por las aceras. Donosti es una ciudad limpísima, una ciudad tan limpia que casi ni se me ponían negros los pies. Las aceras son suaves y es una gozada correr por ellas, eso sí, hay ciertos baldosines, como los de enfrente de la Zurriola, que son impracticables si llueve ¡Resbalan que te matas!! Continué corriendo y andando descalza, e iba tan agusto que incluso las zapatillas minimialistas me resultaban aprisionantes … Lo cierto es que no me molestan en exceso esos redonditos para los ciegos, aunque la primera vez que pise asfalto me pareció una lija, y las piedrecitas de los parques, ay, ay, las primeras veces y ahora, no es orgásmico pero tampoco molestan demasiado,… Creo que estoy hecha para correr descalza, y eso que parece una afirmación presuntuosa, te das cuenta que es la pura realidad, para mí, para ti, para todos, y al igual que me he quitado el sujetador porque me molestaba, también me quito los zapatos porque me molestan,…,…

         Despúes me lei el libro de Marukami. Y me dio la voladura de correr todos los días. Si Marukami puede, como cuenta en “De que hablo cuando hablo de correr”, pensé que yo también podría, sin prisas, sin tiempos, disfrutando del contacto directo sin intermediarios con la madre tierra. También esperaba ir ganando poco a poco velocidad para cumplir ese objetivo que por primera vez me había puesto, pero lo que tenía claro es que ese objetivo había pasado a segundo plano, que lo lograra o no, había reconectado con el disfrute de correr, no solo reconectado con el que ya tenía sino que había redescubierto nuevas sensaciones.

         Pero yo no soy Marukami, y además, Marukami no corre descalzo ni está en transición. Una semana después de terminarme el libro de Marukami, (11 de Mayo, un mes y medio de transición a mi estilo) estaba poniendo hielo en mi pantorrilla derecha. Durante la semana anterior había corrido TODOS los día, 8 km. el primero, 8 km el segundo, y 5 kms. por la playa los siguientes 5 días. A un ritmo abuelilla eso sí, pero descalza y en tan solo un mes de transición. Y el 7 día, cuando  saludaba a unos amigos que me vieron desde el paseo, mi pie derecho se metió en uno de esos charcos hundidos de la orilla y sentí un pinchazo, y por vergüenza o por quitarle importancia, no  paré y volví a casa corriendo sintiendo la molestia.

          Al día siguiente la molestia estaba localizada en un punto y parecía claramente una pequeña rotura de fibras en el Soleo. Me había lesionado por arrogante, por pensar que podía correr 7 días seguidos. EL DOLOR ES INEVITABLE, EL SUFRIMIENTO OPCIONAL, pegué este mantra a la nevera, para recordarme que aunque me doliera el pie, no iba a hacer un dramón de ello, sí, me había equivocado, pero iba a aprender la lección, que aunque mi loca cabecita quisiera desbarrar y acelerar tenía que echar mano al menos común de mis sentidos, mi poco gastado sentido común,  y darme tiempo, no pasarme.

          Y creo que también me había lesionado por vergüenza, por correr tanto por la playa, porque la playa es ese maravilloso lugar donde nadie te mira raro por correr descalzo, y era tan agradable el anonimato que no me di cuenta que le estaba dando mucho trabajo extra a mis músculos.

         Ay, la vergüenza, que emoción tan… tan poco útil. Lo cierto es que no tenía miedo de pincharme, ni de hacerme daño, pero temía la opinión de esos otros con los que me cruzaba, sus miradas, sus comentarios, sus benevolentes expresiones de preocupación por mi integridad física y supongo que mental. Mis hijas fueron descalzistas naturales durante sus primeros años. En cuanto salían de la escuela se quitaban los zapatos y eramos una mala influencia para los demás niños. Yo pasaba vergüenza por ello, pero no pensaba que algo que les salía tan instintivo fuera malo. Y cuando la gente de la calle nos decían ¡que se van  a cortar!, yo respondía que estadísticamente no, porque ya llevan años andando así y no se han cortado, NUNCA. 7 años más tarde y siendo yo la que se descalzaba el sentimiento de vergüenza iba en aumento, y se le añadía el estrenadito sentimiento de vergüenza de mi hija, que se negaba a caminar conmigo si iba descalza… Pero el miedo hay que atravesarlo. Di de mamar a mis gemelas, pase vergüenza al principio cuando tenía que amamantar en publico y la gente  me miraba,… y luego ese sentimiento fue desapareciendo con el tiempo, con la seguridad de que está haciendo lo que crees correcto, opinen los demás lo que opinen…  Pase vergüenza al principio cuando tenía que explicar a mi ginecóloga que quería dar a luz en casa, pero según lo iba contando, el sentimiento se iba haciendo menor… Pasé apuro cada vez que tenía que decirle a mi pediatra que no iba a vacunar más a mis hijas, y sin embargo con el tercer hijo ese sentimiento no apareció en ningún momento. Conclusión: cuesta un poco al principio, la vergüenza va a acompañarte durante no sé sabe cuántos kilometros pero puedes estar segura de que se va a pasar… Y así fue, a los 3 meses de la transición, y cuando ya podía correr un poco más suelta, y también un poco más rápido, los sentimientos de vergüenza habían desaparecido, y no sé si es que la gente se sorprendía menos, hacía menos comentarios, o que a mí ya no me daba tiempo de oírlos.  O simplemente supongo que mi actitud vergonzosa anterior propiciaba esos comentarios. Y mi actitud indiferente  ante lo que puedan decirme, no.

         Así que por mi lesión arrogante y vergonzante, tuve que parar, durante casi tres semanas. Y ese parón me fue muy útil y enriquecedor. Llevaba mes y medio más activa que en los últimos años, y no quería parar por la lesión así que empecé a ir a la piscina. Y nadando recordé que yo antes de mis retiros de meditación ya meditaba. Soy una mujer perdida, buscándose a sí misma, y a estas alturas llevaba 3 retiros de silencio y meditación, además de múltiples y diversos talleres y cursos de crecimiento, autoconocimiento, conexión con tu diosa interna y demás maravillas que tanto abundan en nuestros días. Pero al volver al ejercicio físico diario, a mi cuerpo, recordé que yo ya estaba presente en mi, en mi cuerpo cuando corría y nadaba, y que conseguía disminuir o por lo menos no hacerle tanto caso al constante parloteo de mi mente mientras me ejercitaba. Y así, disfrutando de media hora de natación al estilo Caballo Blanco, suave, ligero y fácil, sin agobios, sin prisas, recordé que también me gustaba nadar. Hay etapas en la vida en que te olvidas de tu cuerpo y de lo a gusto que te sientes al moverlo. Tan solo una vez a la semana correr. Y te olvidas de la conexión contigo misma y con tu centro. El año anterior conseguí completar todo el proceso de Sungazing (durante  9 meses  y progresivamente pasas de contemplar el sol 10 segundos al amanecer o anochecer hasta los 45 minutos). Desde que comenzó el otoño, se fue el sol y se fue también esa buena conexión conmigo misma. Pero durante el ultimo mes y medio había recordado que correr, al ritmo de Om Mani padme hum también me ayudaba a centrarme. Y había descubierto que al poner la lengua en el paladar y cerrar el circuito energético parecía que la energía se multiplica y me sentía protegida ante las lesiones.

         Cómo había leído que el simple hecho de imaginarte en el gimnasio haciendo ejercicios  ya aumenta tus fibras musculares, aunque no podía correr, cada noche, mientras estuvé lesionada me ponía un video de Cucuzzela y otro de Zola Budd, un mujer que en las Olimpiadas de 1984 corrió descalza. Mentalmente corría tan maravillosamente bien como lo hacían ellos.

         Después de esas tres semanas de parón, el 30 de mayo, volví al asfalto con 8 kms. Por Hendaía con mi querida amiga, y por una puñetera acera de piedrillas que a pesar de ir repitiéndome respira, relaja, respira, relaja,... me regaló mi primera ampolla.


         Una semana después probé lo que era correr descalza por superficies extreme. 5 km por gravilla, un poco de monte, un poco de pista, subiendo primero, bajando a la vuelta. Había leído en la Aventura de correr descalzo el sistema Batukada -Chiquito de la calzada para correr entre piedras. Bailas y amortiguas. Con el sonido de los tambores en tu cabeza, adaptándote de una piedra a otra, con el resultado que acabas pareciendo Chiquito de la Calzada. Pero funcionaba. Tan bien y tan a gusto que al día siguiente repeti recorrido, con la consecuencia que al tercer día del experimento batukada tuve que parar y descansar 4 días por una molestía en la planta del antepie izquierdo.

         Aquí es donde los pies, esos grandes olvidados por la mayoría de las personas, exceptuando las visitas que puedas hacer el podólogo, toman protagonismo. Como los estaba machacando un poquito, también los tenía que mimar muuucho, por primera vez en su existencia.

         Para las primeras semanas de adaptación mis mimos se centraban más en los gemelos y soleos, que se cargaban bastante. Por cierto, recomiendo a todos los que comiencen a correr minimalista que dediquen algunos de esos minutos muertos que podemos pasar por ejemplo viendo la tele, masajeándose cómodamente un gemelo mediante la presión de la rodilla contraria. Como si cruzaras una pierna sobre la otra pero la rodilla te quedara bajo el gemelo que vas a masajear. Le das un poquito de crema y arriba y abajo, una y otra vez, insistiendo con presiones sobre los puntos en los que notes más dolor, los gemelos y soleo se recuperan muchísimo mejor. Es una postura cómoda, que no requieres demasiado esfuerzo y los beneficios son increíbles.

         Posteriormente pasé a centrarme en los pies. Necesitaban cremita para que no se me abrieran grietas en los talones, y qué menos por mi parte hacia esa maravilla de la naturaleza que eran mis pies que un poco de masajito a todas esas pequeñas articulaciones que de pronto estaban siendo tan solicitadas. Cualquier molestia que aparece es importante. Hay que darle la atención necesaria. Así que si me dolía un poco el antepie izquierdo había que prestarle atención. Primero averiguar la causa (demasiada batukada añadida a subidas y bajadas) y después intentar curarla lo antes posible. También recomiendo en estos casos el masaje con cubitos de hielo. Coges con un trapito un par de hielos y masajeas entre los metatarsos, con un hielo por arriba y otro por abajo. A la acción mecánica del masaje le añades los beneficios antiinflamatorios del hielo y hace milagros. También pase muchos minutos masajeando la planta del pie con una pelota de tenis, andando por la arena blanda de la playa, por la hierba y haciendo propioceptivos. Los ejercicios propioceptivos consisten en despertar nuestro sexto sentido, ese que nos permite ver por dentro, y mejorar nuestro equilibrio. Es algo tan sencillo como mantenerse a la pata coja con los ojos cerrados, o hacer equilibrios sobre una superficie un poco inestable como un cojin de equilibrios si tenemos uno y si no pues encima de un colchón o cojín. Y luego le puedes ir añadiendo todas las dificultades que quieras como que te empujen y puedas recuperar el equilibrio, hacer pases con un balón, etc.

         A los dos meses y medio de la transición comencé a meterme un poquito más de caña, a ir un poquito más rápido. Cuando corría con mi amiga  haciamos 6:30 el kilometro y ahora estaba haciendo tiempos de 5:15 el kilometro. Y los hacía muy a gusto, si que forzaba mi sistema cardio respiratorio (aunque intentaba ir siempre con la boca cerrada), pero a mi sistema músculo esquelitico le exigía menos, realmente sentía cómo si rebotara, como si mis articulaciones fueran muelles, que almacenaban la energía de la tierra para impulsarme una y otra vez hacia delante. Aún así de vez en cuando aparecía alguna molestia en el pie, y si era así, al llegar a casa, hielo, masaje, inspección de estructuras anexas (muy importante es recordar que aunque por ejemplo te duela en la zona del 5 metatarsiano, es muy probable que la tensión venga de mas arriba, por ejemplo de unos peronéos contracturados, así que busca, explora, encuentra zonas más doloridas y contracturadas y dales masajito). Y eso no quiere decir que al día siguiente al levantarme no pareciera una abuelita al andar, porque realmente mis pies se quejaban del esfuerzo, era la única parte de mi cuerpo que lo hacía, pero se pasaba a los primeros 10 pasos y yo les consolaba diciendo que estaban en transición, que tenían que acostumbrarse a esta nueva forma de vivir sin esas escayolas zapatiles puestas, y que era normal que tuvieran un poquito de molestia, pero que luego todo iban a ser ventajas.

En julio, 3 meses después de empezada la transición decidi hacer un retiro diferente esta vez, activo y por el monte.


         En total han sido 93 kms por pista, caminos y monte, haciendo la Ruta del Queso, andando el primer día desde Beasain hasta Mirandaola – Legazpi, 2º día hasta Arantzazu, 3º día hasta Etxegarate y terminando el 4º día en Lizarrusti, cruzándome en dirección contraria a casi todos los participantes de la g2H que habían salido la tarde anterior y a los 15 primeros de las Ehunmilak (las 100 millas vascas) que habían salido la noche anterior y a los que aún les quedaban muchas millas por delante. El pronostico del tiempo no era en principio tan lluvioso como ha sido, por lo que tan solo me lleve mis Merrell Vapor Glove, y han resultado ser una muy buena opción excepto en esas zonas de descenso con barro, puro barro, sin una hierbita o palito en las que la suela de las Merrell pudieran hacer tracción, aún así no cambio la agradable sensación de caminar por el monte sintiendo tan de cerca la madre Tierra bajo mis pies,… El ultimo día, en el que coincidí con el ultratrail Ehunmilak, creo que daba igual que calzado llevaras, había semejante barrizal que no creo que hubiera demasiada diferencia,… y en todos los días de andar-correr la única ampolla que me ha salido ha sido en el dedo gordo de la mano, de tanto agarrar el palo, porque eso sí, las Merrell no son mala opción teniendo siempre un tercer punto de apoyo que no resbale, léase palos, que los hay abundantes y gratuitos por los caminos,…

         He trotado cuando he podido, interiorizando el ritmo de 180 pasos por minuto, bueno, en realidad llevo una pista de mp3 a 190. Hace un mes me planteé que si los 180 están bien para la mayoría, quizás yo que soy más pequeñita me acoplaba mejor a 190, probé, me encontré a gusto y a ese ritmo voy. Así, aunque me despiste y baje un poco el ritmo, seguiré yendo cerca de 180.

         Mi paso debe de ser cada vez más silencioso, ya que hasta sorprendí a un pequeño ciervo o corzo que no se dió cuenta de que estaba allí hasta que me acerque bastante. También he llevado como segundo calzado las Sinma V2. y aunque la suela de las Merrell agarren mucho más con suelo mojado, para según que caminos también he ido a gusto con las Sinma.

         El primer día fueron 30 kms. de subidas y bajadas cuya consecuencia fue unas maravillosas agujetas que aparecían durante los siguientes dos días de caminata en cuanto el camino se inclinaba hacia abajo un poquito. Así que he inventado el estilo tarahumara con agujetas, que es muy a lo Chiquito de la Calzada. También he practicado un muy divertido deporte que es el patinaje sobre barro. Para realizarlo tan solo necesitas unas Merrel sin apenas tacos, un palo, una cabeza de chorlito y elegir un día en que tu camino se cruce con una ultratrail en sentido contrario (en este caso dos, la g2h de 88 km. y la Ehunmilak de 168kms., viendo a esos monstruos me parecía que no era nada lo que yo andaba cada día!). Si os gustan los deportes de riesgo, este no os va a defraudar. Entre Etxegarate y Lizarrusti no sé cuantas veces me caí de culo, pero unas cuantas. Lo tomaremos como entrenamiento para perfeccionar la técnica de caída, y para superar el miedo al barro. Ya he aprendido que el barro no es tu enemigo y que no es radiactivo, y que el único peligro es que se te quede una zapatilla enterrada en él, por lo demás se puede hasta disfrutar de esa sensación de deslizamiento,…

         Resumiendo: una muy buena experiencia la de andar por el monte de modo minimalista, quizás me gustarían unas zapatillas como las que tengo con un poquito más de taco, pero me va a costar volver a encorsetar mis pies en unas rígidas botas de monte. La musculatura de la pantorrilla parece estar totalmente adaptada. Tan solo se me cargo un gemelo un poco en una de las subidas. Hasta creo que la necesidad de estirar viene de ese taco de goma en nuestros talones que físicamente hace que los gemelos se acorten,… quítatelo y cada paso permite que tus músculos recuperen su longitud adecuada, vamos, que ya prácticamente ni estiro, lo cual es un alivio porque ¿a quién le gusta estirar?

         Y aquí todo cambio, dejé de contar kilómetros, y dejé de escribir mi progresión. Tan solo me dediqué a disfrutarla. Perdí las ganas de ir más deprisa, tan sólo me encantaba moverme. Sentía que podría estar corriendo por horas y horas. Seguí corriendo por asfalto, pero en cuanto podía me escapaba al monte, y si podía me descalzaba, según que terrenos era una gozada, y según que pistas o bajadas de piedras tocaba parar y volver a proteger mis piececitos con las zapatillas, pero disfrute cada caricia con la madre tierra… Mi animo mejoro increíblemente, mi irritabilidad disminuyo muchísimo, mi libido aumento, recuerdo especialmente el día en que me dije que iba a recorrerme la media maratón de Vera, las dos primera horas corriendo descalza, sin importar el ritmo, tan solo sintiendo la conexión, oh madre tierra voy a ti, voy hacia ti, o madre tierra estoy en ti, estoy en tiiiii, fue tanto el cambio después de todo ese día en el monte corriendo, que me preguntaba si no me habría sido una especie de electroshock que me dio al comprobar si una valla electrificada estaba realmente electrificada (es que el GPS marcaba que era por allí, y yo, o le hago caso al GPS o me pierdo – a veces el GPS también se equivoca). ¡Menuda zaztada si encima estás descalza!

         El 8 de Octubre fue luna llena, una luna importante para el cambio, para los proyectos. El anterior eclipse de luna fue el 15 de abril, justo cuando empecé mi transición al minimalismo. Esta noche de luna llena, además del minimalismo que ya está integrado en mi vida, también voy hacía la vida cada vez mas sencilla, más natural, hacia el veganismo siempre que se pueda porque no quiero sufrimiento animal, hacia el continuar amándome a mi misma, yendo al monte cada semana siendo una cita ineludible, por mi salud mental, física y espiritual, porque si yo estoy bien, mi relación de pareja está bien, mi familia está bien. Mi ritual matutino, mis baños de mar con traguitos incluidos, me van a seguir acompañando estos meses. La gratitud que siento al vivir al lado de la playa, al mover el cuerpo, al fortalecerme, los amaneceres, la increíble sensación del mar en mi piel. El flotar sobre la superficie, confiando, fluyendo, sin esfuerzo,… Eso es lo que me va acompañar estos meses,… ¿qué más podría pedir? Descansar cuando lo necesite, rebosar energía cuando rebose. Y disfrutar con otras mujeres haciendo Tao. No perder el tiempo con la tecnología. Jugar más con mi hijo pequeño, charlar más con mis hijas mayores. Conversar y acariciar a mi pareja, que es mi ángel de la guarda, que ha estado ahí cuando ni yo estaba para mí, y el ha esperado pacientemente, a que me reencontrará a mi misma para luego ir a su encuentro… Gracias por no desesperarte, no rendirte, gracias por quererme. Ante esto me respondió “quererte es fácil, lo difícil es aguantarte”, je, je, … buena respuesta, buen final para esta crónica.  




Disfrutando en la Behobia  - 9/11/14