Un
domingo cualquiera, un suplemento dominical cualquiera, ultima pagina,
entrevista casual a una chica normal donde menciona que le gustó un libro (“Nacidos
para correr”) y que le ayudó a cambiar su técnica y a correr mejor o más a
gusto, ya no me acuerdo. Un impulso irracional me lleva a buscar ese libro en
internet, descargar el ebook y devorarlo.
No puedo recordar en qué fragmentos, pero lloré varias veces, me llegó.
No
soy una gran corredora, soy del montón para abajo,… en marcas, y últimamente en
kms. también,… no se cuantos años llevaré corriendo con regularidad, tampoco recuerdo
cuando exactamente empecé a correr, en la Universidad creo que andaba en bici
más que corría, aunque también recuerdo que de pequeña corrí algún cross,… Lo
que si tengo claro es que corría porque sí, no como medio para un fin, como
mantener la salud o perder peso, o incluso para batir marcas o contrincantes… No,
corría porque me gustaba y estoy convencida que ha sido gracias a correr que no
me volví loca durante los primeros años de mis gemelas en los cuales lo de
dormir era un sueño. Que me gustará no quiere decir que fuera buena. Aún sin
grandes ambiciones, correr ha continuado siendo parte de mi vida. Y después de
leer “Nacidos para correr”,… hasta me han entrado ganas de correr una
ultramaratón,…
Y
así, con ese revelador libro, comenzó mi búsqueda, primero por internet,
información sobre algo que se llamaba zapatillas minimalistas, pero pedazo precios
que tenían, y los fivefingers, muy monos y muy caros también. No quería invertir semejante cantidad de dinero
de partida, asi que me compre unos escarpines de 10 euros y sin tiempo para mirar
mucho más, ese fin de semana que nos íbamos a Huesca con unos amigos, en el
prado exterior a la casa rural en la que nos alojábamos me puse mis escarpines
y a correr de un lado para otro, y guaaau, que sensación, que gozada, así
sábado y domingo, durante mi buena media hora,…
Esto
era a finales de marzo, unos días antes de mi 40 cumpleaños. Los días
posteriores tuve un poco cargados los
gemelos, pero bueno, nada grave dado
todo lo que leí después sobre las precauciones con las que hay que empezar y el
síndrome DRDT (demasiado rápido y demasiado tiempo), y las lesiones con las que
nos podíamos tropezar. Por lo visto, demasiado rápido no fui, pero sí que me
pasé “un poco” del tiempo recomendado para los principiantes. Mi
comienzo con escarpines fue un poco precipitado y sin mucha reflexión, pero me
motivó a buscar más y más información, Me leí y releí la Guía para la
Transición al Correr Minimalista una y otra vez. En esta guía recomendaban
correr descalzo como el mejor método para aprender la técnica y reconectar con
todo el olvidado sistema de propiocepción de nuestros pies. Así que venciendo
mis vergüenzas, trayectos que debía hacer andando por la ciudad comencé a
hacerlos descalza para curtir un poco las plantas de mis pies, ya que si para
aprender la técnica había que correr descalza primero sería bueno preparar un
poco mis delicados piececitos. He de confesar que no soy muy dada a zapatos,
que hace tiempo que desterré los tacones de mi fondo de armario (sí, soy
pequeñita y sí, mis piernas nos quedan tan estilizadas con zapato plano y mi
culito no sale tan respingón, pero a cambio tengo unos pies libres de callos y
juanetes y una zona lumbar que no ha sufrido los malos tratos de una
hiperlordosis forzada a la que te lleva el uso de los tacones), y que unas
Salomon trail me acompañan desde hace años prácticamente cada día excepto en
esos en los que me pongo un poco más mona, que tampoco son demasiados.
Metí
en una caja las zapatillas de amortiguación que me habían regalado en mi 40
cumpleaños. Iban a ser las zapatillas con las que correr mi 4ª Behobia San
Sebastian: este era un año especial, en el cual el numero 4 se repetía una y
otra vez, era el año 2014, mi 4º Behobia, mi 40 cumpleaños coincidiendo con el
50º aniversario de la Behobia, la inscripción constaba 40 euros, y por primera vez me ponía un objetivo un
poco ambicioso, a juego con el 4, terminar la Behobia en 1hora 40 (o menos,
je,je, je), siendo mi mejor tiempo 1:53:29 y mi peor dos horas. Si bien es
cierto que la primera vez que la corrí fue después de nacer mis gemelas, y lo
única que quería demostrarme era que podía correr una carrera de 20 kms aún
siendo madre por primera vez, y seis años después volver a demostrarme que
podía seguir corriendo aun siendo madre ahora de familia numerosa, que aún
teniendo familia podía encontrar el tiempo y la motivación para salir a
correr. Y la tercera vez fue porque me
había entrado la pereza del sedentarismo, cada vez me costaba más ir a correr
sola, salía a correr una vez a la semana con mi amiga del alma, más que por
correr por hacernos terapia mutuamente mientras charlábamos al ritmo abuelilla
que íbamos, y veía que, o me ponía una
meta como correr mi querida Behobia o había muchos boletos de que abandonara
esa buena costumbre mía que tanto bien me había hecho durante gran parte de mi
vida. Todo esto para explicar porque me habían regalado unas zapatillas, que, ahora,
con lo que sabía ahora, no podía utilizar (una afortunada las consiguió a buen
precio en ebay).
Compré
en Decatlhon por diez euros, dos pares de Manys, zapatillas totalmente planas,
ligeras y que sin plantillas permiten un buen sentir el suelo. Luego, me hice
con unas preciosas Merrel Glove. Muy muy ligeras,…
Como
regalazo de mi 40 cumpleaños, viaje
relámpago a París, el cual recorrimos
corriendo aún con mis antiguas zapatillas el primer día, y como allí no me conocía nadie me pase el
siguiente día con escarpines,
acostumbrando a mis gemelos y soleo a que se estiraran.
A
la vuelta, continue haciendo trayectos a pie por la ciudad descalza. Mi hija
estaba muy apurada: Ama, ¡que se van a pensar que eres pobre! Luego también
comencé a correr por la hierba del parque de Miramar, y por ultimo comencé a
correr por las aceras. Donosti es una ciudad limpísima, una ciudad tan limpia
que casi ni se me ponían negros los pies. Las aceras son suaves y es una gozada
correr por ellas, eso sí, hay ciertos baldosines, como los de enfrente de la
Zurriola, que son impracticables si llueve ¡Resbalan que te matas!! Continué
corriendo y andando descalza, e iba tan agusto que incluso las zapatillas
minimialistas me resultaban aprisionantes …
Lo cierto es que no me molestan en exceso esos redonditos para los ciegos,
aunque la primera vez que pise asfalto me pareció una lija, y las piedrecitas
de los parques, ay, ay, las primeras veces y ahora, no es orgásmico pero
tampoco molestan demasiado,… Creo que estoy hecha para correr descalza, y eso
que parece una afirmación presuntuosa, te das cuenta que es la pura realidad,
para mí, para ti, para todos, y al igual que me he quitado el sujetador porque
me molestaba, también me quito los zapatos porque me molestan,…,…
Despúes
me lei el libro de Marukami. Y me dio la voladura de correr todos los días. Si
Marukami puede, como cuenta en “De que hablo cuando hablo de correr”, pensé que
yo también podría, sin prisas, sin tiempos, disfrutando del contacto directo
sin intermediarios con la madre tierra. También esperaba ir ganando poco a poco
velocidad para cumplir ese objetivo que por primera vez me había puesto, pero
lo que tenía claro es que ese objetivo había pasado a segundo plano, que lo
lograra o no, había reconectado con el disfrute de correr, no solo reconectado
con el que ya tenía sino que había redescubierto nuevas sensaciones.
Pero
yo no soy Marukami, y además, Marukami no corre descalzo ni está en transición.
Una semana después de terminarme el libro de Marukami, (11 de Mayo, un mes y
medio de transición a mi estilo) estaba poniendo hielo en mi pantorrilla derecha.
Durante la semana anterior había corrido TODOS los día, 8 km. el primero, 8 km
el segundo, y 5 kms. por la playa los siguientes 5 días. A un ritmo abuelilla
eso sí, pero descalza y en tan solo un mes de transición. Y el 7 día, cuando saludaba a unos amigos que me vieron desde el
paseo, mi pie derecho se metió en uno de esos charcos hundidos de la orilla y sentí
un pinchazo, y por vergüenza o por quitarle importancia, no paré y volví a casa corriendo sintiendo la
molestia.
Al día siguiente la molestia estaba localizada
en un punto y parecía claramente una pequeña rotura de fibras en el Soleo. Me
había lesionado por arrogante, por pensar que podía correr 7 días seguidos. EL
DOLOR ES INEVITABLE, EL SUFRIMIENTO OPCIONAL, pegué este mantra a la nevera,
para recordarme que aunque me doliera el pie, no iba a hacer un dramón de ello,
sí, me había equivocado, pero iba a aprender la lección, que aunque mi loca
cabecita quisiera desbarrar y acelerar tenía que echar mano al menos común de
mis sentidos, mi poco gastado sentido común,
y darme tiempo, no pasarme.
Y creo que también me había lesionado por
vergüenza, por correr tanto por la playa, porque la playa es ese maravilloso
lugar donde nadie te mira raro por correr descalzo, y era tan agradable el
anonimato que no me di cuenta que le estaba dando mucho trabajo extra a mis músculos.
Ay,
la vergüenza, que emoción tan… tan poco útil. Lo cierto es que no tenía miedo
de pincharme, ni de hacerme daño, pero temía la opinión de esos otros con los
que me cruzaba, sus miradas, sus comentarios, sus benevolentes expresiones de
preocupación por mi integridad física y supongo que mental. Mis hijas fueron
descalzistas naturales durante sus primeros años. En cuanto salían de la
escuela se quitaban los zapatos y eramos una mala influencia para los demás
niños. Yo pasaba vergüenza por ello, pero no pensaba que algo que les salía tan
instintivo fuera malo. Y cuando la gente de la calle nos decían ¡que se
van a cortar!, yo respondía que
estadísticamente no, porque ya llevan años andando así y no se han cortado,
NUNCA. 7 años más tarde y siendo yo la que se descalzaba el sentimiento de
vergüenza iba en aumento, y se le añadía el estrenadito sentimiento de
vergüenza de mi hija, que se negaba a caminar conmigo si iba descalza… Pero el
miedo hay que atravesarlo. Di de mamar a mis gemelas, pase vergüenza al
principio cuando tenía que amamantar en publico y la gente me miraba,… y luego ese sentimiento fue
desapareciendo con el tiempo, con la seguridad de que está haciendo lo que
crees correcto, opinen los demás lo que opinen…
Pase vergüenza al principio cuando tenía que explicar a mi ginecóloga
que quería dar a luz en casa, pero según lo iba contando, el sentimiento se iba
haciendo menor… Pasé apuro cada vez que tenía que decirle a mi pediatra que no
iba a vacunar más a mis hijas, y sin embargo con el tercer hijo ese sentimiento
no apareció en ningún momento. Conclusión: cuesta un poco al principio, la
vergüenza va a acompañarte durante no sé sabe cuántos kilometros pero puedes estar
segura de que se va a pasar… Y así fue, a los 3 meses de la transición, y
cuando ya podía correr un poco más suelta, y también un poco más rápido, los
sentimientos de vergüenza habían desaparecido, y no sé si es que la gente se
sorprendía menos, hacía menos comentarios, o que a mí ya no me daba tiempo de
oírlos. O simplemente supongo que mi
actitud vergonzosa anterior propiciaba esos comentarios. Y mi actitud
indiferente ante lo que puedan decirme,
no.
Así
que por mi lesión arrogante y vergonzante, tuve que parar, durante casi tres
semanas. Y ese parón me fue muy útil y enriquecedor. Llevaba mes y medio más
activa que en los últimos años, y no quería parar por la lesión así que empecé
a ir a la piscina. Y nadando recordé que yo antes de mis retiros de meditación ya
meditaba. Soy una mujer perdida, buscándose a sí misma, y a estas alturas
llevaba 3 retiros de silencio y meditación, además de múltiples y diversos
talleres y cursos de crecimiento, autoconocimiento, conexión con tu diosa
interna y demás maravillas que tanto abundan en nuestros días. Pero al volver
al ejercicio físico diario, a mi cuerpo, recordé que yo ya estaba presente en
mi, en mi cuerpo cuando corría y nadaba, y que conseguía disminuir o por lo
menos no hacerle tanto caso al constante parloteo de mi mente mientras me
ejercitaba. Y así, disfrutando de media hora de natación al estilo Caballo Blanco,
suave, ligero y fácil, sin agobios, sin prisas, recordé que también me gustaba
nadar. Hay etapas en la vida en que te olvidas de tu cuerpo y de lo a gusto que
te sientes al moverlo. Tan solo una vez a la semana correr. Y te olvidas de la
conexión contigo misma y con tu centro. El año anterior conseguí completar todo
el proceso de Sungazing (durante 9 meses
y progresivamente pasas de contemplar el
sol 10 segundos al amanecer o anochecer hasta los 45 minutos). Desde que
comenzó el otoño, se fue el sol y se fue también esa buena conexión conmigo
misma. Pero durante el ultimo mes y medio había recordado que correr, al ritmo
de Om Mani padme hum también me ayudaba a centrarme. Y había descubierto que al
poner la lengua en el paladar y cerrar el circuito energético parecía que la
energía se multiplica y me sentía protegida ante las lesiones.
Cómo
había leído que el simple hecho de imaginarte en el gimnasio haciendo
ejercicios ya aumenta tus fibras
musculares, aunque no podía correr, cada noche, mientras estuvé lesionada me
ponía un video de Cucuzzela y otro de Zola Budd, un mujer que en las Olimpiadas
de 1984 corrió descalza. Mentalmente corría tan maravillosamente bien como lo
hacían ellos.
Después
de esas tres semanas de parón, el 30 de mayo, volví al asfalto con 8 kms. Por
Hendaía con mi querida amiga, y por una puñetera acera de piedrillas que a
pesar de ir repitiéndome respira, relaja, respira, relaja,... me regaló mi
primera ampolla.
Una semana después probé lo
que era correr descalza por superficies extreme. 5 km por gravilla, un poco de
monte, un poco de pista, subiendo primero, bajando a la vuelta. Había leído en
la Aventura de correr descalzo el sistema Batukada -Chiquito de la calzada para
correr entre piedras. Bailas y amortiguas. Con el sonido de los tambores en tu
cabeza, adaptándote de una piedra a otra, con el resultado que acabas
pareciendo Chiquito de la Calzada. Pero funcionaba. Tan bien y tan a gusto que
al día siguiente repeti recorrido, con la consecuencia que al tercer día del
experimento batukada tuve que parar y descansar 4 días por una molestía en la
planta del antepie izquierdo.
Aquí es donde los pies, esos
grandes olvidados por la mayoría de las personas, exceptuando las visitas que
puedas hacer el podólogo, toman protagonismo. Como los estaba machacando un
poquito, también los tenía que mimar muuucho, por primera vez en su existencia.
Para las primeras semanas de
adaptación mis mimos se centraban más en los gemelos y soleos, que se cargaban
bastante. Por cierto, recomiendo a todos los que comiencen a correr minimalista
que dediquen algunos de esos minutos muertos que podemos pasar por ejemplo
viendo la tele, masajeándose cómodamente un gemelo mediante la presión de la rodilla
contraria. Como si cruzaras una pierna sobre la otra pero la rodilla te quedara
bajo el gemelo que vas a masajear. Le das un poquito de crema y arriba y abajo,
una y otra vez, insistiendo con presiones sobre los puntos en los que notes más
dolor, los gemelos y soleo se recuperan muchísimo mejor. Es una postura cómoda,
que no requieres demasiado esfuerzo y los beneficios son increíbles.
Posteriormente pasé a
centrarme en los pies. Necesitaban cremita para que no se me abrieran grietas
en los talones, y qué menos por mi parte hacia esa maravilla de la naturaleza
que eran mis pies que un poco de masajito a todas esas pequeñas articulaciones
que de pronto estaban siendo tan solicitadas. Cualquier molestia que aparece es
importante. Hay que darle la atención necesaria. Así que si me dolía un poco el
antepie izquierdo había que prestarle atención. Primero averiguar la causa
(demasiada batukada añadida a subidas y bajadas) y después intentar curarla lo
antes posible. También recomiendo en estos casos el masaje con cubitos de
hielo. Coges con un trapito un par de hielos y masajeas entre los metatarsos,
con un hielo por arriba y otro por abajo. A la acción mecánica del masaje le
añades los beneficios antiinflamatorios del hielo y hace milagros. También pase
muchos minutos masajeando la planta del pie con una pelota de tenis, andando
por la arena blanda de la playa, por la hierba y haciendo propioceptivos. Los
ejercicios propioceptivos consisten en despertar nuestro sexto sentido, ese que
nos permite ver por dentro, y mejorar nuestro equilibrio. Es algo tan sencillo
como mantenerse a la pata coja con los ojos cerrados, o hacer equilibrios sobre
una superficie un poco inestable como un cojin de equilibrios si tenemos uno y
si no pues encima de un colchón o cojín. Y luego le puedes ir añadiendo todas
las dificultades que quieras como que te empujen y puedas recuperar el
equilibrio, hacer pases con un balón, etc.
A los dos meses y medio de la
transición comencé a meterme un poquito más de caña, a ir un poquito más rápido.
Cuando corría con mi amiga haciamos 6:30
el kilometro y ahora estaba haciendo tiempos de 5:15 el kilometro. Y los hacía
muy a gusto, si que forzaba mi sistema cardio respiratorio (aunque intentaba ir
siempre con la boca cerrada), pero a mi sistema músculo esquelitico le exigía
menos, realmente sentía cómo si rebotara, como si mis articulaciones fueran
muelles, que almacenaban la energía de la tierra para impulsarme una y otra vez
hacia delante. Aún así de vez en cuando aparecía alguna molestia en el pie, y
si era así, al llegar a casa, hielo, masaje, inspección de estructuras anexas
(muy importante es recordar que aunque por ejemplo te duela en la zona del 5
metatarsiano, es muy probable que la tensión venga de mas arriba, por ejemplo
de unos peronéos contracturados, así que busca, explora, encuentra zonas más
doloridas y contracturadas y dales masajito). Y eso no quiere decir que al día
siguiente al levantarme no pareciera una abuelita al andar, porque realmente
mis pies se quejaban del esfuerzo, era la única parte de mi cuerpo que lo
hacía, pero se pasaba a los primeros 10 pasos y yo les consolaba diciendo que
estaban en transición, que tenían que acostumbrarse a esta nueva forma de vivir
sin esas escayolas zapatiles puestas, y que era normal que tuvieran un poquito
de molestia, pero que luego todo iban a ser ventajas.
En julio, 3 meses después de empezada la transición decidi hacer un retiro
diferente esta vez, activo y por el monte.
En total han sido 93 kms por
pista, caminos y monte, haciendo la Ruta del Queso, andando el primer día desde
Beasain hasta Mirandaola – Legazpi, 2º día hasta Arantzazu, 3º día hasta
Etxegarate y terminando el 4º día en Lizarrusti, cruzándome en dirección
contraria a casi todos los participantes de la g2H que habían salido la tarde
anterior y a los 15 primeros de las Ehunmilak (las 100 millas vascas) que
habían salido la noche anterior y a los que aún les quedaban muchas millas por
delante. El pronostico del tiempo no era en principio tan lluvioso como ha
sido, por lo que tan solo me lleve mis Merrell Vapor Glove, y han resultado ser
una muy buena opción excepto en esas zonas de descenso con barro, puro barro,
sin una hierbita o palito en las que la suela de las Merrell pudieran hacer
tracción, aún así no cambio la agradable sensación de caminar por el monte
sintiendo tan de cerca la madre Tierra bajo mis pies,… El ultimo día, en el que
coincidí con el ultratrail Ehunmilak, creo que daba igual que calzado llevaras,
había semejante barrizal que no creo que hubiera demasiada diferencia,… y en
todos los días de andar-correr la única ampolla que me ha salido ha sido en el
dedo gordo de la mano, de tanto agarrar el palo, porque eso sí, las Merrell no
son mala opción teniendo siempre un tercer punto de apoyo que no resbale, léase
palos, que los hay abundantes y gratuitos por los caminos,…
He trotado cuando he podido,
interiorizando el ritmo de 180 pasos por minuto, bueno, en realidad llevo una
pista de mp3 a 190. Hace un mes me planteé que si los 180 están bien para la
mayoría, quizás yo que soy más pequeñita me acoplaba mejor a 190, probé, me
encontré a gusto y a ese ritmo voy. Así, aunque me despiste y baje un poco el
ritmo, seguiré yendo cerca de 180.
Mi paso debe de ser cada vez
más silencioso, ya que hasta sorprendí a un pequeño ciervo o corzo que no se
dió cuenta de que estaba allí hasta que me acerque bastante. También he llevado
como segundo calzado las Sinma V2. y aunque la suela de las Merrell agarren
mucho más con suelo mojado, para según que caminos también he ido a gusto con
las Sinma.
El primer día fueron 30 kms.
de subidas y bajadas cuya consecuencia fue unas maravillosas agujetas que
aparecían durante los siguientes dos días de caminata en cuanto el camino se
inclinaba hacia abajo un poquito. Así que he inventado el estilo tarahumara con
agujetas, que es muy a lo Chiquito de la Calzada. También he practicado un muy
divertido deporte que es el patinaje sobre barro. Para realizarlo tan solo necesitas
unas Merrel sin apenas tacos, un palo, una cabeza de chorlito y elegir un día
en que tu camino se cruce con una ultratrail en sentido contrario (en este caso
dos, la g2h de 88 km. y la Ehunmilak de 168kms., viendo a esos monstruos me
parecía que no era nada lo que yo andaba cada día!). Si os gustan los deportes
de riesgo, este no os va a defraudar. Entre Etxegarate y Lizarrusti no sé
cuantas veces me caí de culo, pero unas cuantas. Lo tomaremos como
entrenamiento para perfeccionar la técnica de caída, y para superar el miedo al
barro. Ya he aprendido que el barro no es tu enemigo y que no es radiactivo, y
que el único peligro es que se te quede una zapatilla enterrada en él, por lo
demás se puede hasta disfrutar de esa sensación de deslizamiento,…
Resumiendo: una muy buena
experiencia la de andar por el monte de modo minimalista, quizás me gustarían
unas zapatillas como las que tengo con un poquito más de taco, pero me va a
costar volver a encorsetar mis pies en unas rígidas botas de monte. La musculatura
de la pantorrilla parece estar totalmente adaptada. Tan solo se me cargo un
gemelo un poco en una de las subidas. Hasta creo que la necesidad de estirar
viene de ese taco de goma en nuestros talones que físicamente hace que los
gemelos se acorten,… quítatelo y cada paso permite que tus músculos recuperen
su longitud adecuada, vamos, que ya prácticamente ni estiro, lo cual es un
alivio porque ¿a quién le gusta estirar?
Y aquí todo cambio, dejé de
contar kilómetros, y dejé de escribir mi progresión. Tan solo me dediqué a
disfrutarla. Perdí las ganas de ir más deprisa, tan sólo me encantaba moverme.
Sentía que podría estar corriendo por horas y horas. Seguí corriendo por
asfalto, pero en cuanto podía me escapaba al monte, y si podía me descalzaba,
según que terrenos era una gozada, y según que pistas o bajadas de piedras
tocaba parar y volver a proteger mis piececitos con las zapatillas, pero
disfrute cada caricia con la madre tierra… Mi animo mejoro increíblemente, mi
irritabilidad disminuyo muchísimo, mi libido aumento, recuerdo especialmente el
día en que me dije que iba a recorrerme la media maratón de Vera, las dos
primera horas corriendo descalza, sin importar el ritmo, tan solo sintiendo la
conexión, oh madre tierra voy a ti, voy hacia ti, o madre tierra estoy en ti,
estoy en tiiiii, fue tanto el cambio después de todo ese día en el monte
corriendo, que me preguntaba si no me habría sido una especie de electroshock que
me dio al comprobar si una valla electrificada estaba realmente electrificada
(es que el GPS marcaba que era por allí, y yo, o le hago caso al GPS o me
pierdo – a veces el GPS también se equivoca). ¡Menuda zaztada si encima estás
descalza!
El 8 de Octubre fue luna
llena, una luna importante para el cambio, para los proyectos. El anterior
eclipse de luna fue el 15 de abril, justo cuando empecé mi transición al
minimalismo. Esta noche de luna llena, además del minimalismo que ya está
integrado en mi vida, también voy hacía la vida cada vez mas sencilla, más
natural, hacia el veganismo siempre que se pueda porque no quiero sufrimiento
animal, hacia el continuar amándome a mi misma, yendo al monte cada semana
siendo una cita ineludible, por mi salud mental, física y espiritual, porque si
yo estoy bien, mi relación de pareja está bien, mi familia está bien. Mi ritual
matutino, mis baños de mar con traguitos incluidos, me van a seguir acompañando
estos meses. La gratitud que siento al vivir al lado de la playa, al mover el
cuerpo, al fortalecerme, los amaneceres, la increíble sensación del mar en mi
piel. El flotar sobre la superficie, confiando, fluyendo, sin esfuerzo,… Eso es
lo que me va acompañar estos meses,… ¿qué más podría pedir? Descansar cuando lo
necesite, rebosar energía cuando rebose. Y disfrutar con otras mujeres haciendo
Tao. No perder el tiempo con la tecnología. Jugar más con mi hijo pequeño,
charlar más con mis hijas mayores. Conversar y acariciar a mi pareja, que es mi
ángel de la guarda, que ha estado ahí cuando ni yo estaba para mí, y el ha
esperado pacientemente, a que me reencontrará a mi misma para luego ir a su
encuentro… Gracias por no desesperarte, no rendirte, gracias por quererme. Ante
esto me respondió “quererte es fácil, lo difícil es aguantarte”, je, je, … buena
respuesta, buen final para esta crónica.
Disfrutando en la Behobia - 9/11/14
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