En las clases de tao para Mujeres, en la práctica de
los Sonidos Curativos, imaginamos que estamos en el interior de cada órgano,
percibimos desde dentro. Esto a veces puede resultar extraño. ¿Sentir que estoy
dentro del hígado? Raro, raro, raro. Y sin embargo, esto no debería sernos tan
extraño, ya que hay un órgano en el cuerpo que todos conocemos perfectamente
desde dentro. Todos, absolutamente todos hemos estado en el interior de un
órgano. Sí, lo has adivinado, en el interior del útero de nuestra madre. Ese ha
sido nuestro primer hogar en este mundo físico, y nuestro ombligo es la cicatriz
que nos recuerda esa unión.
Luego nos cortan el cordón umbilical, la mayoría de
veces demasiado precipitadamente, y surge por primera vez en nuestras vidas la
insoportable levedad del ser, en este caso del ser separados. Se nos queda
grabado en el cuerpo la constante
sensación de separación, como ocurre con el estribillo de una canción
pegadiza. Y no hay manera de sacársela de la cabeza. Estribillo que nos
acompañara en mayor o en menor medida toda la vida, y que intentaremos remediar
mediante cursos de autoestima, autoconocimiento, meditación, yoga, mindfulness,
rebirthing, reconexión, prácticas chamánicas, ayahuasca, reflexoterapia,
osteopatía, sexo, constelaciones familiares, terapeutas varios, sanadores,
videntes,… etc. ¿A alguno le suena? Seguro que sí. Y es que través de estas y
otras practicas conseguimos fugaces destellos de esa no separación, de la no
dualidad, de la Unión con el Todo. Y supongo que así es el camino de la Vida,
ir saltando de un lado al otro del péndulo, sentir la dolorosa separación (que
sí, que puede ser todo lo falsa que quieras, que la física cuántica ya ha
demostrado que no es así, que no estamos separados, que todo esta unido, pero a
mí me sigue doliendo a veces, y mucho) y luego saltar hacia el otro lado cosa
que ocurre, afortunadamente cada vez más a menudo, sentir que sí, que es verdad, que tu y yo somos Uno.
Quizás el conectar cada día con ese maravilloso órgano que es mi útero, símbolo
del vacío, de la nada y el todo, de la Unión, me haya ayudado. Quizás el Tao,
el amoroso y respetuoso lugar que le da al Palacio Celestial también.
Este artículo pues, dedicado a ti mi querido Útero.
Y es que hoy en día, el respeto hacia este
maravilloso órgano, hacia este nuestro primer hogar, no está muy en boga. Más
bien lo contrario. La histerectomía o extirpación del útero es a día de hoy la
segunda cirugía más común en EEUU. Y la segunda? ¿Cual será la segunda?
¡Premio! La cesárea. Ósea que los extirpamos o los rajamos.
Últimamente están muy de moda las investigaciones con
células madres para tratar enfermedades tales como accidentes cerebrovasculares,
enfermedades del corazón, Parkinson, diabetes, heridas, enfermedades neurodegenerativas,
etc. Y se hacen donaciones de los
cordones umbilicales de los recién nacidos para extraer células madre. ¿Sabéis
donde esta la mayor cantidad de células madre disponible e inagotable? En cada
una de nuestras menstruaciones. Claro, pero es mucho más aséptico y
hospitalario usar embriones abortados o el cordón umbilical que recurrir a
nuestra sangre menstrual, que para algo lleva dándonos asco y avergonzándonos
tantos años. ¡Cómo para que me vengan ahora a contar que sirve para algo! A ver
si me voy a empezar a replantear algún otro tabú más y empiezo a ser un
peligroso ciudadan@ despiert@!
Y es que nuestra menstruación, eso que nos ha solido
dar repelús y que nos han hecho ver como algo sucio, esa sangre, es una
increíble muestra del poder regenerador del cuerpo humano que cada mes es capaz
de regenerar todo el interior de nuestro útero. Es un símbolo de la renovación,
del constante cambio de la vida, de dejar marchar lo viejo para que lo nuevo
pueda surgir.
Ojala esa fuera la única sangre que se derramará sobre la tierra,
y no esa otra que rebosa en cada conflicto armado en tantos rincones de nuestro
planeta. O incluso en nuestros televisores: cada día podemos ver no se cuantas
series de hospitales, forenses y policías en las que la sangre abunda (no hay
serie que se precie que no gaste varios litros de sangre artificial, ya sea en
operaciones de emergencia, asesinatos o autopsias), y sin embargo, nuestra
menstruación es azul. Pues no, no es azul, es roja, ROJA, señores anunciantes
de compresas y rica en células madre,
extremadamente valiosa y nutritiva.
El útero, ese nuestro primer hogar, ese increíble
órgano que no es ni Yin ni Yang, ya que tiene la doble función de acoger y de
crear, ese símbolo del Tao, de la Unidad de los opuestos que llevamos incorporado.
El útero, nuestro centro de gravedad, nuestro refugio, nuestro caldero mágico
donde transformarnos y darnos de nuevo a luz cada día. El útero, querido útero,
gracias por existir. Gracias a la vida por haberme ayudado a encontrar el
camino de vuelta a ti, de vuelta a casa.
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